La Hipoterapia se basa en el aprovechamiento
del movimiento del caballo para la estimulación de los músculos y articulaciones
del jinete (en este caso, paciente).
De esta forma, se convierte en el único tratamiento por medio del cual el
paciente está expuesto a movimientos de vaivén que son enormemente similares a
los que realiza el cuerpo humano al caminar. Esto supone que el paciente no se
enfrenta pasivamente al movimiento, sino que se ve obligado a reaccionar frente
a una serie de estímulos producidos por el trote del caballo. Debe adaptarse y
responder frente múltiples y diferentes sensaciones.
Se produce así una reacción que no es sólo muscular sino también sensorial.
Afecta a todo el cuerpo del paciente, quien experimenta una mejoría global.
A nivel físico la hipoterapia ha demostrado ser capaz de mejorar el equilibrio y
la movilidad, de ahí la utilización con pacientes que sufren diferentes
parálisis. Pero actúa también en otros planos como el de la comunicación y del
comportamiento.
De hecho, esta terapia se utiliza en gran medida con personas que sufren
dificultades para ingresar dentro de la sociedad.
En general, con esta terapia se han observado:
Efectos fisiológicos: aumento de la capacidad de percepción de estímulos, al
encontrarse en una situación de movimiento.
Efectos psíquicos: se estimula la atención, la concentración y la motivación
frente a otros movimientos. Es fundamental el aumento de la autoestima y de la
seguridad en uno mismo.
Efectos físicos: el caballo tiene una temperatura corporal y un volumen muy
superiores al hombre, lo que conlleva una importante transmisión de calor y
solidez al ser abrazado y tocado por un niño.
El movimiento del caballo tiene además la gran ventaja de ofrecer una enorme
variedad de ritmos cadenciales, lo que supone la posibilidad, desde el punto de
vista terapéutico, de graduar el nivel de sensaciones que el paciente recibe.
El caballo al trote transmite al jinete un total de 110 movimientos diferentes
por minuto, en consecuencia no hay ni un solo músculo ni zona corporal, desde el
coxis hasta la cabeza, al que no se transmita un estímulo. Todo ello en
conjunto, produce que el enfermo pueda ser capaz de experimentar sensaciones que
nunca antes ha vivido.
La hipoterapia supone una actitud activa del paciente, que deberá realizar
movimientos para estirarse, relajarse, mejorar la coordinación y el
equilibrio...
Pero si hay un punto diferenciador, que influye muy notablemente en la obtención
de resultados positivos, es que la hipoterapia es asumida por el paciente como
una diversión. Se desarrolla al aire libre, pudiendo disfrutar de cuanto le
rodea, no en un lugar cerrado lleno de máquinas que en cierta medida pueden
suponer una amenaza para el enfermo. Montar a caballo es una terapia, pero es
también una diversión y sólo explotando correctamente ambas vertientes se
conseguirán los mejores resultados.
Por todo ello, esta terapia ha demostrado su eficacia en personas con problemas
de todo tipo:
Esclerosis múltiple.
Parálisis cerebral.
Autismo.
Síndrome de Down
Espina Bífida.
Traumas cerebrales.
Conductas caracteriales.
Enfermedades neurodegenerativas.
Enfermedades traumatológicas.
Anorexia.
Bulimia.
Afecciones crónicas.
Minusvalías de cualquier tipo (físicas y psíquicas).
Problemas de comportamiento.
Incapacidad intelectual.
Discapacidad física.
Discapacidad sensorial.
Enfermedades mentales.
Diversas inadaptaciones sociales (drogadicción, delincuencia...).
Otras afecciones invalidantes.
El hecho de montar un caballo, rompe el aislamiento de la persona con respecto
al mundo, poniendo al enfermo en igualdad de condiciones con respecto al jinete
sano. No cabe duda que montando se consigue superar el temor, mejorar la
confianza y la capacidad de concentración; al tiempo que hace perder las
tensiones e inhibiciones físicas y emocionales. Esto hace que la hipoterapia
resulte efectiva no sólo con enfermos, sino también con personas que presentan
problemas de inadaptación social.
Todo ello se consigue gracias a que el caballo ha demostrado ser un animal
enormemente perceptivo, de inmediato se dará cuenta de que la persona es
diferente a los demás y por ello se comportará de forma diferente a como lo
haría con cualquier otro jinete.
Son muchos los buenos resultados conseguidos y llenan de esperanza, pero no
podemos pensar que se trata de una “cura milagrosa”. La hipoterapia está
considerada como un tratamiento alternativo, pero también complementario a los
que se utilizan habitualmente. Se ha demostrado que con él se pueden obtener
nuevos estímulos complementarios a los conseguidos con tratamientos
tradicionales.
El primer paso de las sesiones de hipoterapia será establecer una relación entre
el paciente y el animal.
Esta fase inicial es de suma importancia, ya que con ella debe generarse el
necesario clima de confianza entre ambos. Si el paciente no confía en el
caballo, no podrá estar relajado sobre él y en consecuencia la terapia será
ineficaz.
En estos primeros contactos el paciente deberá acercarse al caballo,
acariciarle, darle de comer... es muy importante que se produzca el contacto
físico para que la persona tome conciencia del volumen del animal, de su cuerpo.
Debemos tener claro que el objetivo de la hipoterapia nunca es que el paciente
aprenda a montar, simplemente deberá colocarse sobre el caballo, acompañado en
todo momento por el fisioterapeuta quien vigilará que se adopten las posiciones
que faciliten la circulación sanguínea, mejoren el equilibrio y el sentido
espacial.
El paciente deberá ser colocado en la cruz del caballo, lugar donde la columna
del animal es más alta (donde el cuello se une con la espalda), en este punto se
reciben los movimientos de los músculos anteriores y posteriores, que son los
que provocarán el estímulo.
Las formas de asentarse el paciente sobre el caballo pueden ser diversas,
dependiendo del tipo de estimulación que se necesite en cada caso (incluso se
montará hacia atrás).
Las primeras sesiones tendrán una duración que irá desde los 15 hasta los 30
minutos, dos o tres veces por semana. A medida que el paciente va mejorando,
estos tiempos se irán ampliando, llegando a sesiones de una hora.
Antes de montar a caballo, el paciente realizará una sesión de calentamiento en
el gimnasio, que preparará a los músculos y articulaciones para el siguiente
ejercicio físico.
También después de montar se pasará por el gimnasio, esta vez con el objetivo de
obtener una correcta relajación muscular.
Cuando un nuevo paciente acude a un centro para recibir hipoterapia, los pasos a
seguir serán los siguientes:
Realización de una evaluación por parte del personal sanitario, quien analizará
el grado de afección, determinando su el paciente puede o no montar a caballo.
Se estudiarán los posibles efectos secundarios, estableciendo en consecuencia un
plan de prevención.
En función de las características de la persona, se desarrollará un plan de
trabajo, en el que se planteará qué caballo le conviene así como el programa a
realizar por sesiones.
Es función del terapeuta mantenerse totalmente atento a las respuestas dadas por
el paciente en función de los movimientos del caballo, ajustándolos para obtener
los mejores resultados.
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